Por: Lorena Chávez Fernández.
Foto: Diana Ros Iraola.
“El arte es un puente humano que permite hacer conexiones entre un sitio y otro, un individuo y otro (…) porque al final todos estamos interconectados”, así expresó en una entrevista la performer guatemalteca Regina José Galindo y, precisamente, los vínculos que ella menciona, marcaron el camino de la profesora norteamericana Therese Tardio hacia la investigación sobre la violencia de género y las políticas del cuerpo en Centroamérica y, a su vez, a la propia obra de Galindo. En FIVAC, Tardio dialogó sobre esas temáticas y en esta oportunidad nos acercamos más a su estudio.
¿Por qué decide ahondar en la violencia de género en Centroamérica?
Al graduarme de la universidad mi primer trabajo fue en un centro de asilo para refugiados indocumentados en Texas; en ese momento recibíamos muchos inmigrantes, en particular de Honduras, El Salvador y Guatemala; eran tiempos todavía de guerra en algunos de esos países y ellos huían de aquellos conflictos y otras cuestiones económicas. Eso me motivó a profundizar cada vez más en su historia y después al ejercer como profesora el tema me siguió interesando mucho.
Usted encontró en el arte una forma de inculcar en sus estudiantes el interés por esas problemáticas situaciones.
Los jóvenes para mí son la esperanza y creo que, para todos nosotros, sin importar la edad, es indispensable no tener amnesia histórica; entonces, me parece que la literatura, la música, la pintura, la escultura o el performance, son modos muy importantes de aprehender la cultura y la historia. Además, la producción cultural siempre indica muchísimo sobre el contexto y lo artístico fomenta las posibilidades de imaginar otra realidad; eso es algo que me encanta pensar con mis estudiantes, porque aportan otros criterios y dialogamos, ya sea a través del performance o la poesía, como un vehículo para el intercambio de ideas sobre cómo crear un mundo más justo.
¿Cómo fue su acercamiento a la obra de Regina José Galindo?
Asistí a una de sus conferencias y me pareció increíble, considero que sus performances provocan, perturban y a veces incluso incomodan y desde su función como artista nos hace cuestionar el pasado, el presente y nuestra identidad. Ella también es poeta y me llamó la atención su manera de expresarse y, por supuesto, que polemizara sobre la resistencia y la violencia sexual.
Los performances de Regina, en ocasiones, han sido criticados por ser muy provocadores, ella misma ha dicho al respecto que “habla sobre la realidad, y la realidad contiene violencia”.
Creo que en el arte que tiene algún compromiso social, que resiste, que revela, especialmente en situaciones extremas, es conveniente también que se haga sentir un poco de incomodidad. Claro que siempre se toman riesgo, cuando se trata de exponer asuntos tan complejos; por ejemplo, existe la posibilidad de que la obra traumatice una vez más a la víctima o asuste a las personas, pero eso sucede si la población no se educa en pensar en las identidades de género, las raíces y causas de la violencia. Yo veo la resistencia artística como una forma de darnos esperanza y no de quitárnosla, todo depende de las múltiples maneras en que se interpreta.
A Regina le interesa “mostrar la historia de su país: lo que no se ha dicho, lo que se niega, lo que se esconde”, sin embargo, parte de Guatemala, pero va más allá, pues considera que “el dolor es lo mismo en cualquier parte del mundo”.
Pienso que las prácticas han ido cambiando, pues los actores son diferentes y ya no hablamos de una guerra civil ni del Estado, aunque el Estado también puede ser cómplice, existen otros actores, pero efectivamente, los males perduran. No hay una sola opresión, las opresiones en la sociedad vienen de una estructura en sí de desigualdad y hay muchas conexiones entre la opresión de etnias, de mujeres y de identidades sexuales; todo suele tener un trasfondo económico muy importante. En la actualidad, la maquinaria de poder persiste con otras caras, se ha metamorfoseado un poco a raíz del neoliberalismo; pero la forma en que opera, el mecanismo, todavía perjudica bastante a la mujer y aún más a mujeres que pertenecen a las minorías.
Como demuestra Therese, una vez más el arte es plataforma propicia para conectar sentimientos, personas y realidades, y en FIVAC se tienden los puentes para su desarrollo y consolidación.