Por Alfredo Fuentes Fdez
Cada dos años el comienzo de la primavera supone para los habitantes de la centenaria ciudad de los tinajones, una ventana para asomarse a la producción más contemporánea del arte que se realiza en el mundo. Una especie de “toma de contacto” que, particularmente en los más jóvenes, logra hacerlos despertar del aletargamiento cultural en que se sume la villa cada cierto tiempo.
Y es que el Festival Internacional de Videoarte de Camagüey (FIVAC) en sus dinámicas de relación artistas-obras-públicos, provoca ese cosquilleo que surge cuando la inteligencia lúdica se activa, cuando el conocimiento y la virtud van de la mano del goce estético y sensorial, que resumen en un gran placer conquistado. Crean que no hay nada más excitante para quienes hacemos de la cultura artística una motivación importante en nuestras vidas.
Conferencias y obras de disímil signo ideoestético; talleres de creación y praxis artísticas diversas; espacios para el arte, cotidianos y otros conquistados, son algunos de los sucesos que alteran por estos días el transcurrir citadino, en una forma que lugareños y visitantes agradecen y recordarán en sus memorias (biológicas y digitales) por mucho tiempo. El FIVAC, en su apuesta a la fraternidad multicultural con que cada edición nos reta, transforma a la ciudad toda en un espacio de relación, de disfrute, de conocimiento e intercambio; donde la otredad se trasmuta en lo nuestro común, fragua de las mejores amistades.
Siempre hay pensado un lugar para el amigo perenne y para el que está por llegar. Para dirimir las diferencias de opinión, que en el mundo del arte expresan plenamente la génesis del desarrollo. Y sobre todo hay un espacio para que el talento de cada cual, sea cual fuere, se exprese comedidamente en la confraternidad de la experiencia de vida que compartiremos. Una experiencia vital que hace de la juventud su fuente de progreso, mostrada a través del arte como redención del espíritu humano en la capacidad de resistencia, evolución y sobrevivencia. Sí, los jóvenes son sus protagonistas más elocuentes, especialmente aquellos nacidos con las tecnologías digitales en la mano… casi. Pero, ¿alguien pidió certificación de nacimiento para pasar? Por supuesto que no, pero si así fuera, procúrese una buena justificación para estar al lado de su hijo, con su sobrino o con su nieto. Le aseguramos que no va a sentir la diferencia.