Por: Yusarys Benito Deliano.
Fotos: Diana Ros Iraola.
La artista brasileña Leticia Parente se cose un mensaje en la planta del pie, su performance de 1970 lo deja en evidencia. Genera sufrimiento y lo sabe, pero el dolor es su manera de representar la realidad social de su país.
También lo cree la mexicana Luz del Carmen Magaña, quien junto a dos de sus alumnas expuso ayer la investigación “La herida como identidad: cuerpo mutilado en el videoarte y el performance”, en la tercera sesión teórica de este 8vo FIVAC.
El estudio de Magaña hace referencia al cuerpo y a las contradicciones entre belleza, veneración y consumo; un cuerpo, según ella, con infinitas posibilidades expresivas: “cuerpo reflexivo, fetiche, fuente de pecado, identidad, religioso, doliente o feliz…”
Se defendió la idea de la herida como memoria, una huella conceptual que trasciende para narrar prácticas que quedan en la piel, simulando un diario frágil que, hasta la muerte, visibiliza momentos de dolor.
La herida, como metáfora de la angustia que luego sana el alma, nos hace conscientes de lo que vive el cuerpo femenino en un contexto de violencia. Y aunque el performance parezca tan brutal como estos sucesos, su propósito visibiliza y denuncia estas experiencias a través del arte.
Violencia de género, una huella en el cuerpo
“Los cuerpos rompen el silencio: violencia de género y prácticas del cuerpo en Centroamérica”, fue la presentación de Therese Tardio, quien hizo referencia a artistas que revelan la cruda situación que viven las mujeres involucradas en guerras civiles y cómo luego de ser víctimas de violencia grupal son aisladas de la sociedad.
Tomó como referente fundamental la narrativa corporal de los performances de Regina José Galindo que nos acerca al contexto de Guatemala y permite “promover mediante el arte una empatía radical como posibilidad de entrar en los sentimientos del otro”.
El interés de Therese Tardio es que los estudiantes, los más jóvenes, aun cuando no vivan esas circunstancias, no estén ajenos a los contextos donde se cometen feminicidios y violaciones.
El cuerpo femenino sufre también a causa de la violencia política y simbólica, pero queda la memoria como testimonio de la verdad para diversificar las voces que cuentan esta historia a través del cuerpo.